En torno a la Copa América
A mediados del 1800, luego de una invitación, en Cowes-Inglaterra, participó de una regata la goleta norteamericana, «América», batiendo por aplastamiento a una nutrida flota inglesa.
A partir de allí se comenzó a disputar la «Copa América», probablemente la competencia más relevante en cuanto a trascendencia, tecnología, universalidad y dinero.
Hoy, el final de la Copa América se disputa entre dos barcos de dos países; el poseedor de ella: el defensor, y quien se la quiere quitar: el desafiante. Se corren varias regatas y el lugar del macht es el ámbito acuático del defensor.
Pasaron más de 130 años hasta que Australia, por fin, pudo sacar la copa de E.U. Luego del 83, volvió a manos de los yanquis, hasta que, en la última edición, el fantástico Kiwi Magic se la llevó para Nueva Zelandia.
Hasta llegar a la final se hacen múltiples series de match race (regatas entre dos barcos), denominadas Round Robin, para seleccionar a los 6 barcos que van a competir en la «Louis Vuitton», una pre copa América que determina quien va a ser el desafiante.
Fuera del agua quedaron 5 barcos.
Tres norteamericanos, un italiano, un francés y un japonés dirimieron
quienes serán los dos finalistas; de los que saldrá el desafiante de los Kiwis . (Notarán que un país puede tener más de un barco, los que quiera. El que tiene plata hace lo que quiere).
Este 2000 puede tener la impensable particularidad de que, por 1° vez en la historia, no haya un barco norteamericano, ya que en la final de la «Louis Vuitton» están el «Prada» (italiano) y el «América One» (norteamericano).
No vamos a realizar una crónica actualizada porque no nos gusta copiarliteralmente y distintos medios dan información de primer agua, pero nos interesó cierta particularidad de esta Copa que, como todos los años pone énfasis en algún matiz sobresaliente.
Esta edición parece ser la que va a poner freno a la fragilidad de las naves que, a partir del hundimiento del Australia, en una edición anterior, pasó a ser el tema de discusión con relación a la antinomia; fortaleza-velocidad.
Esto nos trae a la mente una frase de Roberto Rovere, que nos gustó mucho, cuando comparaba nuestra revista con los buenos barcos y decía «que los barcos; antes, se hacían para navegar y, ahora, para vender». También recordamos la frustración de muchos compradores cuando buscan un barco muy veloz-confortable, navegador- planeador, liviano-fuerte o económico-de muy buena calidad.
Evidentemente el proceso del tiempo ha modificado la valoración de lo
económico, el marketing ha permitido la comercialización sin análisis profundos y ha desaparecido la nobleza del constructor para el que la mayor ganancia era hacer el mejor barco en todo el sentido de la palabra, y que no falle jamás.
Y nosotros estamos de acuerdo porque nos gustan los buenos barcos navegadores, bien hechos y que, cuando están tripulados por buenos navegantes, también son veloces.
Y aquí botamos nuestro planteo metafísico.
No estamos muy convencidos de que absolutamente todo lo que se hacía antes era mejor. El antes y el ahora de los barcos es una cuestión conceptual.
Creemos que antes, si los compradores fuesen como ahora, hubiesen existido fabricantes de fragilidades, y si los compradores de hoy, fuesen como los de antes, tal vez los ahorradores de material tuviesen mucho menos espacio.
Y todo el problema, según nuestra teoría, se plantea a partir de la imagen, las comunicaciones y la superficialidad conceptual en la formación de los compradores.
Así un astillero construye un prototipo casco símil cáscara de cebolla, le tira a bordo algunas panteras náuticas y muestra masiva y adecuadamente que es el más mejor.
Otro recurre a algún medio especializado y, contrato de plan publicitario mediante, éste realiza pruebas y fotos ( más fotos que pruebas) que muestran y demuestran su superioridad, la que es certificada, generalmente, por la perfecta imagen (y aquí sí hay mucho esmero y responsabilidad) de una señorita re in formada.
Y las imágenes navegan tan velozmente como sus patrones quieren y llegan a los puertos de arribada, en donde los compradores cargan las fantasías y forman su criterio de compra moderno, al mejor estilo y en la onda posta del último hit del consumismo light.
Hemos visto en un puerto uruguayo, en vivo y en directo, a uno de estos barcos triunfadores muy promocionados y vendidos, después de una encallada, partido como un huevo de gallina y sin diferenciarse demasiado en su espesor.
Pero volviendo a nuestro perfil intelectual, pensamos que la diferencia entre el ayer y el hoy radica en la mayor posibilidad de modificar a la gente por la disponibilidad increíble de medios de comunicaciones masivos, una disminución en los niveles de escrúpulos unido a un ascenso en la valoración de la jerarquía dineraria y la ausencia de documentación y conocimiento, base de una elección, en la gran mayoría de la masa consumidora.
¿Se entiende? Hoy hay gente callada, capaz y responsable que diseña y construye muy buenos barcos. Seguramente no son famosos ni ricos porque cada vez hay menos clientes interesados en elegir a los barcos por su nobleza.
Salvando las distancias, lo mismo ocurre en la copa América con los barcos que se rompen y los límites para alcanzar el éxito.
Hace unos pocos años, el Australia se fue a pique en 2 minutos; en esta edición ya hubo un barco que sufrió un quebranto y muchos con averías importantes.
Si soplan más de 18 nudos (algo más de 30 Km/h) de viento, no se largan las regatas; lo que habla de una fragilidad comprobada en todas las embarcaciones.
Evidentemente todo cambia y se potencia con el paso del tiempo, pero si observamos lo que pasaba a principios de siglo, no será difícil imaginar que hubiese sido con el mundo globalizado, la supremacía del dinero y la magia de la televisión.