Don Marcos Rudi y el Yacht Club
Es común, en los paseos o en las regatas lugareñas, escuchar mencionar a la zona en donde el río Santa Fe se ensancha – aguas abajo del Náutico Sur, en la embocadura del Coronda y el Salado- como la “Cancha de Rudi”. Para los que no saben por qué, les contamos que don Marcos Rudi es uno de los últimos maestros carpinteros náuticos que van quedando en este mundo de plástico; y allí, en esa parte ancha del río, en la costa oeste sobre la avenida de circunvalación, fue el lugar en que Rudi desarrolló la última etapa orillera de su talento artesanal.
Ahora puerto de areneras sin nombre, antes varadero Sarsotti. Es allí; el lugar en que se ven barcos e instalaciones en tierra; pero el agua, todo lo que se proyecta a partir de ese lugar es la “Cancha de Rudi”, como si los navegantes hubiesen rendido un homenaje al agua que recibía las creaciones del último hacedor de barcos de nuestra comarca; Don Marcos Luis Rudi.
En estos encuentros con gente que vale por lo que ha hecho, nos encontramos con historias que salen del límite de lo realizado y se enlazan con acontecimientos generadores de otros sucesos que, a su vez, sustentan la necesidad de otra historia.
Así pasó, también esta vez, con Rudi; fuimos a conversar sobre barcos y salimos haciendo una primer nota con relación a un nuevo aniversario de la fundación del Yacht Club Santa Fe y como homenaje a los hombres que no figuran pero que han sido verdaderos cimientos de sus principios.
– Dígame; ¿Su papá no estaba en el Club de Regatas?… Claro, yo estaba en la barra de muchachos más grandes… y me llevaban siempre a mí, porque yo tocaba la acordeoncita y tenía una lancha, que con esa lancha los llevaba, a veces, a la isla.. Y entonces se fundó el Yacht Club… y yo me quería ir al Yacht Club…, pero me decían que te vas a ir, quedate con nosotros acá. Pero yo veía que en el Yacht Club podía trabajar, pero en el Club de Regatas, no, porque el oficio mío (que yo quería y ya sabía) era la cuestión de embarcaciones.
Y yo no me hice socio del Yacht Club porque tenía miedo que me echaran de Regatas, si no hubiera sido socio fundador. Pero, mire, no fui fundador… pero trabajé en ese Yacht Club.
Cuando se hizo la casilla, estaba ahí un señor Basiliano Motta, que era el que cuidaba. El Yacht Club eran dos piezas grandes, una para los socios y otra para que viva él con su familia, una hija y dos hijos, y una nenita nació ahí. Muy capaz don Basiliano, hacía lonas, hacía las velas.
Y entonces yo me compré un rastrillo, porque el Yacht Club no tenía rastrillo, y rastrillaba todos los domingos. De mañana temprano me iba y rastrillaba todo. Y con una escoba barría todo. ¡Si habré hecho eso allí!
Cuando se formó el club no había una lancha. Entonces yo fui y lo hablé al de la “Rosarito”, al “Marius”… y también estaba este barquito…, el “Chubasco”, y uno mío que yo le compré a Neri, un yate de 13 metros que era para río alto. Yo al mío la había sacado a tierra y lo había empezado a desarmar, pero no había nada para amarrar, así que con las cadenas y un ancla de allí, yo les dije: ustedes van a tener donde amarrar los barcos. Llevé un montón de cabos que yo había comprado en un remate y aseguramos los barcos. Y cuando había mucho viento, el agua comía todo….estaban haciendo una empalizada de costaneras (N.R. Tablones con corteza que quedan cuando se emparejan los rollizos) y yo iba y les ayudaba, y como no alcanzaban yo fui y le dije a Parisi que me vendiera una camionada, que ellos tenían un montón en un terreno. No me la vendieron, me la regalaron y encima me las cortaron todas a 3 metros. Pero cada año que venía nos comía la tierra entre las costaneras y nos hacía un zanjón. Tres veces hicimos la defensa.
Después yo compré el terreno de al lado para hacer un varadero.
-¿Para el lado de donde?
-Para el lado del Sur, donde está el club ahora, hasta el riacho Santa Fe y hasta enfrente de la laguna de Los Espejos, mas o menos 400 metros Porque antes el club estaba al lado del puente colgante, abajo del otro puente.
En el club estaba el señor Courault, que era un gran señor, mire, hay que sacarse el sombrero por como se ocupaba del Yacht Club. Un día Courault me habla -porque querían hacer la caleta, y como las casillas estaban muy cerca del límite del terreno, les quedaba my chica- y me dice: Marcos, porque no me vendés unos metros de terreno. Entonces le digo, agarre nomás lo que necesite. Iban a necesitar unos cuatro metros, pero después ocuparon unos metros más. Eso se lo regalé al Yacht Club para que pudieran hacer la caleta más ancha.
Cuando trajeron los eucaliptus para plantar, le sobraron 14 plantas. Entonces yo le dije ¿Porque no me los vende a mí? Me los vendieron a 10 pesos y fui y los planté ahí, en donde están ahora, que era una parte alta porque había un terraplén; porque ahí desde la punta sur de la caleta salía un puente que cruzaba hasta mas o menos 30 metros al norte de Regatas. Ahí en la punta todavía tienen que estar las vigas de pinotea que eran del puente; y cuando yo tuve que hacer los planos del terreno, no tenían forma de hacerlo, y cuando yo les dije que ahí había estado el puente, fueron, se fijaron y ahí tuvieron de donde partir. Después dicen que vino una tormenta con mucho camalote y se lo llevó. De ese puente no hay nada, ni planos en la Municipalidad.
Después que estuvo la caleta, ya empecé a hacer barcos, hice dos de 11 metros y pico y el señor Courault me encargó un velero de clase muy lindo, yo se lo fabriqué, yo ya tenía ahí 19 ó 20 años, para que calcule usted más o menos cuando era. Tenía una quilla fija de 90 centímetros y un bulbo de fundición abajo.¡Como navegaba ese velero! Después me encargó la clase Santa Fe. Ahí yo no estaba de acuerdo y le decía que hagamos uno mejor. Le fabriqué tres clase Santa Fe. Yo no se quien los había diseñado, depués le hice una batea, y todo al costo mío sin diez centavos de ganancia.
¡Mire como quería al club, yo! Y tengo que separarme del club, después.
Resulta que yo había sacado un barquito de un abogado del gobierno que lo había llevado a arreglar a dos partes y le seguía haciendo agua, y yo le dije; yo se lo arreglo con una condición: lo tiro al agua y ustedes me pagan. Y lo llamé a Melitón, que era un hombre muy serio para que fuera testigo.(N.R.:Melitón Leones, un querido amigo nuestro a quien dedicamos nuestro mejor recuerdo)
Lo terminé y cayeron un sábado con unas chicas pero sin la plata.; así que hubo problemas. El caso es que, por los que no me pagaban, un día me calenté, tuve una discusión y no fui nunca más al Yacht Club. Primero le terminé los barquitos que estaba haciendo, y después me hice un varadero en mi terreno. Un varaderito en donde venían a ayudarme los Zapata, porque yo era amigo del padre (Palala, uno de los hijos, actual titular del astillero “El Timón”). Allí saqué unos cuantos barcos, pero después me fui a Santiago del Estero, entre San Martín y San Jerónimo, en donde puse mi astillero y llegué a tener hasta 21 obreros.
– ¿Y el varadero?
El varadero se lo regalé al Yacht Club, con la anguilera, un cabrestante y todo lo que había.
Y yo al club no fui más porque un día González, en vez de venir a hablar bien conmigo me quiso expropiar el terreno. Ahí hablé con el Dr. Elías Guastavino y empezaron reuniones que para que le voy a contar. Hasta en la Casa de Gobierno con 3 abogados. Pero no me lo pudieron expropiar y yo no les iba a vender. Pero un día vino uno de los Supisiche, esos hermanos que yo tanto quería; Ricardo, el pintor. Me golpea una noche, venía con otro muchacho que, yo creo que era Garcia, y me dice: Marcos, mirá, vos que querías tanto al Yacht Club… el club no tiene adonde ir…
Me movió el corazón, por Dios que me movió el corazón. Entonces le dije: por vos les voy a donar el terreno. Se llegó a un acuerdo y se iba a hacer la escritura. Cuando vamos el escribano me dice: Bueno en cuanto le vende el terreno. No, yo no le vendo el terreno, yo se lo dono. Yo se lo quiero donar, no quiero dinero. Y me decían que no se podía donar, que se lo tenía que vender. Y empezaron las discusiones. Al final yo le dije: póngale lo que quiera, total yo a esa plata se la voy a dar al Yacht Club. Entonces le pusieron un precio, le pusieron poco, creo que eran 2.000 pesos.
Bueno, se hizo todo así y me dieron dos mil pesos.
Y entonces yo le digo a Ricardo: Ricardo, tomá la plata, dásela a alguno de la comisión. y Ricardo se la dio al de la comisión que estaba encargado de la caleta.
A él le dio la plata que yo le di, que me dieron ellos a mí.