Américo Felice

Hace unos años atrás, en un viaje a Buenos Aires con un amigo recién iniciado en la navegación, en un tramo de la charla rutera surgió el tema de la náutica, sus especialistas y artesanos, y el particular aire naval de las cosas que hace quien mamó los barcos desde chico y que para nosotros, obsesivos y extremistas, es condición indispensable para cualquier faena; percibiéndose su ausencia al primer vistazo echado a un buque.
Cuando empezamos a hablar, probablemente con un énfasis que se escapaba un poco de la realidad tangible para un ser normal, nuestro amigo nos espetó: ¡Que ahora me vas a salir con que la náutica es una cuestión mágica y que un carpintero o un pintor común no lo pueden hacer!
Y… mirá, yo no se si es una cuestión mágica (aunque para nuestros adentros pensábamos un poco que si) pero yo te aseguro que vos ves un mueble hecho por Felice y tiene algo de barco, y ves un barco hecho por un carpintero común y es un mueble.

Y hace rato que queríamos hacerle una nota al maestro, un amigo nuestro, un personaje que, después de Inodoro Pereyra, debe ser el renegado Nº1.
Porque Américo reniega; contra la ciudad, el país, el mundo. Contra la gente que pasa, a la que, después (o antes) de un simpático saludo, dedica el reniegue correspondiente. Cuando el que pasó necesita algo, puede contar con toda la buena voluntad y generosidad de Américo. Mientras tanto, los que pasemos frente a la casa tal vez seamos nosotros, que también renegamos contra él porque no quiere ir a nuestros barcos, que, en cada nuevo trabajo, van perdiendo un poco de magia.

– Yo fuí a la escuela de Ribera hasta 3º año, ahí aprendí el oficio y yo fuí a Buenos Aires cuando llevamos el Bandurria y el otro que creo que era el Temerario, pero me parece que le cambiaron de nombre, porque antes no se llamaba así, y esos barcos fueron hechos, uno para la señora de Supisiche (Aníbal) y el otro para el manco (Ricardo), fue la época en que vino Perón.
– Pero, ¿adónde los llevaron? ¿desde acá? ¿Qué había allá?
– Había una exposición. Una exposición de todas las escuelas fábricas de todo el país. Y a uno de ellos lo pusimos en el Obelisco, no me acuerdo a cual de ellos. Fue bárbaro la cantidad de gente que iba a verlos.
– Y la escuela ¿dónde funcionaba?
– En calle San Luis, atrás de los elevadores, por Gral. López o Buenos Aires. Es medio difícil explicarte.
– ¿Y la escuela que estaba en Urquiza y Moreno, o Buenos Aires?
– Y, no estoy seguro pero a lo mejor fue la misma que se fusionó con la del automóvil, la número 10, pero… murieron.
– Contáme que barcos hacían.
– Mirá, en 1º año en el que aprendimos a usar las herramientas, y unas reglas para ver las escuadras y todo eso. A las máquinas ni las tocábamos, las usaban solamente los maestros.
En 2º año ya hacíamos canoas para Alto Verde y nos incentivaban dándonos una participación del producido de la venta de lo que fabricábamos.
Después hicimos una chalanas, que eran ambulancias también para Alto Verde. Hicimos una lancha, que ahora te voy a mostrar la foto, la Halcón.
– Esta lancha me parece conocida.
– No, anda todavía pero la modificaron toda. Le hicieron fondo en V, y antes era chalana.
– ¿Qué otros barcos se hicieron?
– Se hicieron muchos barcos, para la policía… Y antes de que estuviera yo, también se hizo el chubasco para Aníbal Supisiche. Y después cambió el Chubasco por el Bandurria o el Temerario.
– ¿Y te acordás de algún otro?
– No. Esperate. El Urú. Que el Urú también era de Ricardo Supisiche… y… han pasado tantos años… después los compró un médico ginecólogo de Rafaela… después vino a aparecer de nuevo por acá.
– Recordamos al Urú y también recordamos al querido Ricardo Dupuy, porque la última vez de lo vimos estaba en su astillero, por algunas reparaciones.
– ¿Cuál fue el primer barco del Club que recordás?
– Y, había un bolina del Dr. Brascó… que no me acuerdo como se llamaba… pero los primeros barcos que hicimos fueron los clase Santa Fe.
– ¿Vos hiciste los clase Santa Fe?
– Claro, cuando estaba Baraldi en la Comisión y quisieron darle empuje a la navegación. Después hicimos un chiflón…
– ¿Cómo estaban hechos?
– Eran fondo en V. Con tablitas yuxtapuestas, pero con tapajuntas adentro y remaches. Todo remachado.
– ¿Y la estructura?
– Curvas solamente. Cuadernas bastante distanciadas, después hicimos dos lightning, uno para Baraldi y después otro para Collado, un señor de Santo Tomé.
Hemos subido a tanto barcos… Le arreglé el Marius al Dr. Achkard, cuando se lo incendiaron junto a la casa flotante de Grossi. A ése lo habíamos terminado hacía poquito… cero lo habíamos dejado. Después de mucho tiempo se lo modifique a don Luis Esleive, que lo había comprado -Luisito, un buen amigo nuestro-, que después del Marius compró el L’etoile. Era un hermoso barco, pero de origen. Después lo tuvo Palala, trajeron dos carpinteros de Buenos Aires… y lo cambiaron.
– ¿Y veleros?
– Y sí… el Malón, después el Miura y el Mercenario… todos los de Alberto Casellia. También hice el Jején, un H-20 que fue de Di Péntima… Y han pasado tantos años… tantos años. Y vos por ahí andás trabajando por tantos lados y no te acordás. De lo que me acuerdo bien es de las lanchas pescadoras, porque a esas las tenía todos los años… todos los años. Estaba la “Mundial”, la “Tucumán”, “Ramón Yomayé”, “Santa Elena”…
– Algunas amarraban en el parque Oroño al lado del puente Colgante, me parece que me acuerdo de la “Mundial” que tenía cola de pato.
– ¡Faaah!.. cola de pato… lindo barco, creo que está en lo de Palala… después estaba la “Cuca”, el “Don Pedro”, que era de Ávila, el “San Miguel”, y… había varias.

Cae un vecino a pedirle un serruchito para colocar un calefón y Felice se lo presta en forma diligente y simpática. Seguramente ese mismo vecino va a ser el blanco de los rezongos de Américo tantas veces como se cruce a la distancia, pero también va a recibir la generosidad de Américo Felice, cuando la necesite.

– ¿Por qué no vas mas a la costa?
– Y… me cansé, me queda muy a tras mano… muy a tras mano, y después trabaje siete u ocho años con remos, palas para piraguas… y hoy, loco, tenés que buscar el mango, sino, estás muerto, sino vas muerto…. estás muerto. Y no te tenés que olvidar que yo trabajaba con mi hermano y murió a los 38 años y yo me quedé solo. Además ya aflojé un poco… eso de ir a trabajar a la costa, yo estoy más cerca del metro ochenta que de otra cosa, loco.
– Bueno, pero aunque no vayás mas a los barcos, no debe haber mucho que no tengan alguna caña, taquilla o dinette hecha por vos.
– No… eso sí, hice mucho… porquerías, hice un montón, loco.