Hacer, en lugar de decir


Situación: Punta del Este, Puerto de recalada de los barcos que corrían la vuelta al mundo en solitario.
De un barco alemán, sale a cubierta una señorita; le dice unas palabras raras (supongo que era idioma alemán) a uno que estaba en el muelle, este asiente, se levanta y se arrima al barco.
Mientras tanto, la señorita desaparece por una escotilla e, instantes después, reaparece portando un asta larga con un bonete de red en un extremo, con el que comienza a limpiar prolijamente el agua de alrededor del barco. Basura que levantaba, se la pasaba al personaje del muelle, que la depositaba en un recipiente que a tal efecto estaba allí. Después de realizar unos cuantos viajes hasta la proa del barco, hacer el traspaso de residuos al hombre de tierra, y éste a su vez repetir la movilización hasta el recipiente ad hoc, el contorno líquido quedó libre de basura flotante visible.
Después de sentirme absolutamente ignorante y subdesarrollado, superé mi sensación emocional hice una simple deducción racional: El barco era de la mujer, o de su marido, o de su hermano o de su amante; no importa, el caso es que algo tenía que ver con él, por ende lo quería, (elaboración superpatriota basada en la más pura doctrina materialista) y, en consecuencia, lo cuidaba, pero… y el agua?.
Esa mujer venía de millas, allende el mar, a sacarnos un poco de suciedad made in Argentina, pero que nosotros la sentimos como de Tanganika.
¿Se entiende?. La cultura, el desarrollo hace que lo que importa a nuestra persona trascienda los límites de la ropa interior, impone al ser una proyección universal que toca a todos los seres vivos y a su descendencia, el aire, a la tierra y al agua.
Tratá de sentirte mal y acordáte de hacer algo!.