Vademécum linguístico
Desde años se sabe que el sexo y el dinero mueven el mundo, por lo tanto no es extraño que, en Internet, un gran porcentaje de las comunicaciones tengan como leit motiv el sexo, ya que el dinero es más difícil de imaginar y alucinar con sensaciones movilizadoras del alma y del cuerpo.
Es evidente que en esto del sexo intervienen las relaciones físicas entre un hombre y una mujer y, en eso de las contiendas corporales, cumple una función importante un apéndice pendular que la naturaleza ha dotado al hombre, en el que cumple la doble función de miccionar y, en ocasiones, colaborar con él para producir un cierto estado de éxtasis y felicidad inconciente y momentánea.
En las múltiples comunicaciones y relaciones de todo tipo entre españoles y argentinos, y por las distintas acepciones de algunas palabras, es común utilizar términos que tienden a decir algo y comunican otra cosa, o comunicar algo con palabras que tienen, para el interlocutor, otro significado.
Uno de los términos que mayores confusiones produce, es el mencionado apéndice, llamado pene, y sus connotaciones, que, en la Argentina, tiene múltiples denominaciones.
Con el fin de realizar un aporte al entendimiento universal e insertarnos en la modernidad de la globalización, vaya este pequeño vademécum que, pretendo, sea de utilidad para las hermanas y los hermanos hispanos.
Diversas denominaciones del pene en la Argentina
Pene – Falo – Choto – Chota – Verga – Pija – Garcha – Ganso – Cabezona – Colorada – Pinchila – Guacha – Guasca – Cueruda – Chinga -Chingo.
También; Chizito – Maní (Estos dos últimos; lastimosos)
Es interesante dar un vistazo a algunas de las denominaciones y su aplicación en situaciones y ámbitos diversos.
Otra de las fascinantes características de este elemento es observar como, de algunas nomenclaturas, se han derivado acciones, verbos o adjetivos sustancialmente disímiles, y que ponen al mencionado pene en situaciones absolutamente antagónicas, que sería interesante analizar.
Así, garchar es copular (coger) con una mina (mujer) o, más bien, haciendo uso del péndulo masculino, cogérsela (follársela). El asentimiento o consentimiento de la contraparte no importa; por algo eso del argentino bien macho.
Chotear, es una especie de broma entre estudiantes, que significa agarrar a uno, entre muchos, y manosearle el pene (generalmente en forma poco delicada), para festejar algún acontecimiento.
Un tipo choto es una verga, es decir; no sirve para nada. Es realmente una cagada.
Contrariamente un tipo pija es un tipo piola, canchero, que tiene calle y se las sabe lungas. Es decir un hombre despierto y que sabe aprovechar las circunstancias.
Pijudo, y muchas de las denominaciones, más el aumentativo udo, es un tipo con un pene grande, lo que no ocurre con las denominaciones cultas; pene y falo.(nada más ridículo e incongruente que imaginar; penudo o faludo).
Algunas, como guasca (del quechua waskha) y guacha, provienen de lo rural y relacionan el pene con las lonjas de cuero para diversos usos que se utilizan en las faenas rurales.
De allí, y siguiendo con el clima campero, se suele utilizar el descalificador; sobame la guasca, haciendo alusión a la tarea de ablandar el cuero crudo para realizar alguna artesanía.
Seguramente hay muchas obras literarias populares (la mayoría breves) que utilizan las múltiples facetas del pene para elaborar frases, metáforas y aforismos.
Un tío mío, autodidacta y creativo, expresaba como mensaje de oposición contundente cuando le proponían algo que no era de su gusto: ¡Siiiiiii… la chota de la guanaca!
En el barrio, cuando los chicos eran más ingenuos, les decían a los que hacían gala de tener relaciones sexuales, y como si se refirieran a una pelirroja: ¿Es cierto que te vieron con la colorada en la zanja? (Las zanjas eran muy comunes a la vera de las calles de tierra). Una sonrisa pícara, dándolo como posible, era suficiente para la gastada.
El tema da para mucho más, pero la finalidad de este breve compendio es solo armonizar y hacer penetrar en el entendimiento de cada mujer una idea clara de lo que le propone el hombre y, si cabe, viceversa.
EL PENE Y LA HERMANA
(Al margen y como disquisición)
Es innegable que el pene y la hermana son los dos factores propios y carnales que han estado acompañando, desde muy chico, al argentino atrayéndose, inevitablemente, en cada encontronazo
y vaya a saber porqué extraña, ignota, encubierta o pecaminosa asociación.
La hermana; intocable e inmaculada permanente. En cambio el pene podía ser adorado o despreciable, según la ocasión.
Por eso, ante cualquier insulto personal y muy ofensivo, la primera e inmediata defensa era remitir lo recibido a la hermana del dicente. Así el; tu hermana o a tu hermana eran las réplicas inmediatas y más usuales ante calificativos que menoscababan la masculinidad.
El efecto del traspaso de la gruesa ofensa a la hermanita del insultador, era más efectivo que remitirlo a la misma madre. Seguramente ya estaba internalizado el heredado machismo que posibilitaba la potestad sobre la mujer más cercana y sentida como necesitada de dominio y protección.
Sea como sea, nombrándolo o no, después de la hermana aparecía el inconmensurable pene que, adorado y bendecido por su dueño, como algo sagrado, no podía imaginarlo en ninguna otra parte de su cuerpo, fuera de su natural posición, porque pasaba a ser algo asqueroso, agraviante y agobiante.
Así, cuando se recibía el efecto tu hermana, y en el caso de tenerla, se podían generar respuestas muy desagradables, como; “A mi hermana le llevás la valija, y a mí me chupás la punta de la pija”.
O, para el caso de no disponer de hermana; “Como hermana no tengo, con tu culo me entretengo”.
Y aquí es la parte en donde se comprueba la sustancial permanencia peniana y su peso sobre el alma, el espíritu, la esencia, la cotidianeidad… la vida integral del hombre y el devenir en su tránsito por el mundo.
Luego de la primera obvia y chabacana respuesta, en donde se materializa la utilización rústica y directa del apéndice pendular masculino, utilizando una de sus denominaciones (aunque se justifique por una razón poética), es recién en la segunda elaboración contrapuntística en donde aparece el pene en su real dimensión ecuménica, inevitable, omnipresente que trasciende lo literal y vive permanentemente en el pensamiento y en cada uno de los días de la vida del auténtico macho. Aquí ya no es necesaria mención alguna del apéndice; es claro que en el entretenimiento propuesto solo puede utilizarse lo más magnífico y repugnante que siente el macho, de acuerdo a lo que le toque en suerte.
Este ejemplo puede repetirse en mil formas y expresiones diversas, como; chupamelá, agarramelá con la mano, te la pongo, no hablás porque te gusta sino porque te ajusta, si seguís hablando te la sigo enterrando y tantas otras en las que no hay una mención concreta sobre el elemento de que se trata, pero nadie se plantea la mínima duda de que es el pene, porque es él el bastón de mando que le otorgó la divina providencia y el que impone la soberbia potencia del macho argentino.
Seguramente esta gracia ha sido dotada a muchos habitantes del mundo, pero, como soy de cabotaje, desconozco los niveles alcanzados en otras latitudes.
De cualquier manera, y tratando de epilogar racionalmente este análisis, no debemos olvidar la patriótica función que este apéndice ha cumplido en nuestro suelo; dar origen y reproducir, hasta en cantidades exageradas, al macho argentino.
En fin, vamos a coger… perdón, tomar una frase de la española María que, refiriéndose al pene dijo; esa poca cosa.
Es cierto, estando solo es poca cosa, pero acompañado, a veces, acompaña.