Pequeña historia de la gran vida

Un día necesitaba efectuar algunos trabajos en mi casa y un primo me recomendó a quien le estaba construyendo una pieza en el fondo de la suya.
Así lo conocí a Antonio.
Antonio tendría en ese momento unos 30 años y hacía poco había venido del Norte del país. Bajo, pelo negro, analfabeto, callado, simple, prolijo, laborioso, ordenado, buena persona, respetuoso, honesto y eficiente.
A partir de allí, y en los días que le llevó pintar mi casa, nos hicimos amigos y, antes de terminar, ya tenía otros trabajos para hacer, encargados por gente conocida. Antonio partió, pero nuestra relación siguió y mi teléfono era el medio, para ubicarlo, que disponía la numerosa gente que requería sus servicios.
Antonio no daba abasto y, luego de un tiempo, se hizo una casita camino a Sauce Viejo, a unos 10 Km. de la ciudad, desde donde se venía en bicicleta a trabajar a Santa Fe.
Antonio, aún analfabeto, tenía un sobrino -con estudios primarios que, a veces, lo ayudaba- que siempre decía: “Mi tío es un bocho”. No obstante ello, Antonio se puso a estudiar para aprender a leer y escribir, comprender algunas indicaciones escritas que le daban, ser más eficiente en su trabajo, progresar…, en fin; sentirse mejor e ir para adelante. Avanzar.
Con el producto de su esfuerzo, voluntad de crecimiento y, porqué no, sacrificio Antonio se compró un ciclomotor y, como un logro mayor, se hizo de un terrenito. Construyó una pequeña casita y se asentó en un barrio de las afueras de Santa Fe.
Ya en la ciudad Antonio se sentía un santafesino más y, a pesar de haber sufrido un par de robos de sus vecinos, no aflojaba. La seguía peleando, comprando alguna herramienta y, siempre, tratando de laburar más para progresar y tratar de ir más para adelante.
Hace un par de semanas Antonio vino a visitarme. No estudia más y solo agarra algún laburito fácil cuando le conviene. Está muy contento; le dieron un Plan Trabajar.
Como lo siento mi amigo, yo también me puse contento igual que él y, seguramente, habrá miles de Antonios que tienen amigos y familiares que suman algunos miles y miles que sienten alegría cuando algún Antonio está muy contento.
Salgo de mi casa, pienso que Antonio tendrá hijos, para los cuales será su ejemplo, me acomodo en el banco de una plaza y abarco los 360º de horizonte como el lugar en que vivo.
No se por qué se me esfuma la alegría.