Las pequeñas y grandes cosas
O La Pavada y La Armonía
-¿Por qué te molesta, si es una pavada?
– Y si es una pavada ¿Porqué lo hacés?
«En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentira, solo es cuestión del color del cristal con que se mira»
Ésta cuarteta de Campoamor, que alguna vez hemos escuchado, aparece como no teniendo nada que ver con las cosas grandes y las cosas pequeñas. Pero sí.
Primero, se justifica un pequeñísimo análisis del adjetivo «traidor» endilgado al mundo.
Suponemos que cuando quién lo dijo, pensó o se planteó al mundo como traidor, lo hizo en relación directa a la verdad y a la mentira, porque, seguramente, estaba sufriendo una experiencia personal en relación a un hecho que modificaba sustancialmente su escala de valores. Es decir que, ante un planteo justo, racional, honesto, etc.; desde una visión opuesta era descalificado por ser absurdo lo que planteaba, o viceversa.
Esto, que cada vez es más notorio al modificarse dia a dia los conceptos clásicos, es lo que hace sentir a los seres humanos, sobre todo a quienes han logrado preservar algo de sentido común, como pertenecientes a otro planeta; fundamentalmente al observar a las personas «notables» actuales como ejemplos de lo que, tradicionalmente, no debiera ser.
Evidentemente el mundo no tiene nada que ver con las personas que cada día abusan más de él y se sienten como sus propietarias, trasladando al ámbito su catadura personal.
Pero no es nuestra intención, por lo menos en esta nota, plantear las cuestiones fundamentales. Aquí venimos a cuestionar lo opuesto; lo nimio, las tonterías, las pavadas, lo cotidiano e intranscendente, los pequeños actos que afectan nuestra vida diaria y que nosotros, comunes ciudadanos civiles y trabajadores standard, estamos en condiciones de considerar y tratar de modificar.
Estos hechos, o hechitos, afectan a las yuntas, a los tríos o a los pequeños grupos que tratan de convivir de la manera más armónica el mayor tiempo posible. Si después los grupos aumentan, los hechitos sirven de ejemplo y forman conductas reprochables o se potencian y se convierten en hechitos grandes o grandes hechos; que quede claro que esto no cabe en este artículo ni puede ser causante de endilgarnos alguna responsabilidad.
Ustedes se habrán fijado que es bastante común en las reyertas entre parejas, amigos, sociedades, padres e hijos, familias, etc., fundamentar el hecho en que la otra parte se fija o hace problemas por cosas insignificantes. En un orden, mas o menos aproximado podemos citar:
Dejar los frascos destapados, las puertas abiertas, las cosas en cualquier lugar, no levantar los objetos caídos, arrojar cosas al suelo, no devolver libros, llegar siempre tarde, dejar plantado, no devolver, ocultar alguna cosita, quedarse con un vuelto, no avisar por teléfono, olvidarse de recomendaciones o encargos, etc.,etc.,etc.
Como en todo análisis de las conductas humanas, el porcentaje de subjetividad es muy grande y, por lo tanto, las dimensiones a evaluar pasan a depender del cristal con que se mira. Sin embargo, un mínimo de inquietudes lógicas y de sentido común nos permitirá dejar asentadas algunas opiniones que sustentamos y defendemos.
LUGAR: Casa. Pomo de pasta dentífrica. Tiene una abertura por donde sale el contenido y una base cerrada. Alguien oprime el pomo en la parte superior, inmediatamente debajo del orificio de salida.
La repetición de dicha práctica traerá aparejado el depósito de toda la crema en la parte inferior y el impedimento de su paso hacia la salida.
Quien se fija en esa pavada es, a ojos del que lo hace. un tarado.
Pregunta: ¿Ese tarado confiaría en el sentido común del aprieta pomos, si lo dejan al cuidado de abrir o cerrar el paso de una transfusión de sangre o de un respirador artificial?
LUGAR: Trabajo. Elementos, libros, anotaciones. Muebles con cajones, estanterías y lugares disímiles para guardar cosas. Alguien usa las cosas y las pone, sistemáticamente, en un lugar distinto del que las sacó.
Es evidente que el encontrarlas -que, a veces, puede ser considerado un milagro- implicará pérdida de tiempo, alteración del ritmo de trabajo y del humor, menos eficiencia, etc., etc., etc.
Quien se hace problemas por esa nimiedad es, a ojos del desordenado, un histérico.
Pregunta: ¿Que pasaría si el histérico sufre un ataque, un asalto o un incendio y necesita un medicamento, una agenda o un extinguidor?
Nos planteamos la correspondencia de estas estupideces, hacia el final del milenio, y pensamos que podemos estar fuera de onda y que estas actitudes son las lógicas para la cultura light que se viene.
Puede ser que exageremos las situaciones y que quien aprieta el pomo desaprensivamente o pone las cosas en cualquier lugar, o no cierra una puerta o se queda con un vuelto, sea más responsable cuando la situación así lo exija.
También puede ser que nos equivoquemos y que quien cometió un error con el respirador, o puso el veneno para ratas en el lugar del medicamento, o no bajó la barrera cuando venía el tren o se robó toda la plata del pueblo contribuyente, no hayan empezado el camino hacia estos hechos haciendo algunas pavaditas que no tenían importancia.