FARÁNDULA – NUEVO BIOTIPO
Hace unos días, a raíz de un diferendo entre un empleado y un directivo de una radio, que tocó el orgullo y el ego de sus protagonistas e hizo que divulgaran sus desacuerdos públicamente, mediante el masivo sistema de redes sociales; método muy utilizado en ciertos estratos que piensan que sus intereses alcanzan niveles por los que el país entero se preocupa, y ellos tienen la obligación de comunicarlo al pueblo, como una especie de contribución patriótica.
El tema, como todos imaginarán, pasaba por la cantidad de dinero que el locutor, o conductor, estaba recibiendo y el nuevo monto que le ofrecían al modificarse la programación que emitía la radio.
Hasta aquí todo bien, y estaría bueno que todos los jubilados y trabajadores que cobran el sueldo mínimo utilizaran masivamente las redes sociales para difundir, a todos los niveles que hacen uso de ella, el salario mensual con el que tienen que vivir, aunque, en este caso, el objetivo no sería llegar al pueblo sino a los gobernantes que, últimamente, han logrado grandes avances y efectividad en el manejo de sus pantallas y de sus dedos.
Pero no nos equivoquemos; una cosa son millones de tipos, y tipas (tipas humanas), que laburan todo el día pero nadie conoce, y otra es un tipo que sale en la tele al que todos ven y pasa a ser un paradigma de hombre triunfante, al que el rectángulo luminoso que lo contiene lo unge de clarividencia y le concede la facultad de emitir palabras recuadradas por atributos que las hacen sabias, verdaderas e irrebatibles.
Esa voz, que se ve, lo lleva a la radio, que necesita abastecerse de imágenes para no quedarse muy atrás de su hermana mayor, y esto ha hecho que los protagonistas radiales actuales sean quienes portan una imagen parlante, producto de la televisión, y que, a su vez, se suma a sus pretensiones dinerarias porque no es lo mismo la radio que la TV.
De resultas de esta metamorfosis, existen radios tradicionales, populares, barriales y humildes con locutores que se esmeran en jerarquizar la esencia de la radio: la voz que enriquece a los temas tratados, y, por otro lado, las radios con famosos que, por supuesto están, o aparecen en la TV, y son parte de la farándula, que es definida como; “Fenómeno de tan intenso reflejo público que ha llegado a despertar el interés no solo de algunos círculos periodísticos, sino incluso de estudios de análisis de medios” y, por supuesto, lo que tiene valor para las radios famosas es el intenso reflejo público que se traduce en audiencia, en rating y en dinero, que es lo que mueve el mundo, a los famosos y a las radios, también.
A todo esto se debe agregar el giro radiofónico de los últimos años, que ha hecho que la otrora radio, con identidad propia, con programas informativos y de actualidad, música, radioteatro y noticias de interés general con gente idónea y dedicada exclusivamente a la radio, que generó personas como Carrizo, Larrea y otros íconos que aportaban personalidad y características propias a la información de interés general, se ha ido plegando a la impronta televisiva, requiriendo la incursión de la farándula y las particulares características actuales de este fenómeno sociológico, al que definen como tertulias de chismorreo («faranduolo Berlusconi») en las que famosos ‘de medio pelo’ arremeten contra famosos ‘oficiales’.
Y así es casi toda la tele, y hacia allí se encaminaron las radios famosas, generalmente propiedades de multinacionales o de grandes intereses dinerarios, cada vez más alejados de la cultura y más cerca de la estupidez.
Desde ya que el éxito de audiencia depende de la participación de los faranduleros televisivos, que permiten, a la mayoría, oír palabras que no escucha ni entiende, pero le suministran una imagen conocida que la acompaña.
El tema es que esta transformación ha significado que las radios famosas tengan que disponer de faranduleros televisivos importantes y, a veces, de la comparsa que habitualmente acompaña, a algunos de ellos, con el mote de “panelistas”, lo que ha elevado los sueldos y potenciado las pretensiones de los ahora famosos, que han ido relegando a los trabajadores de la radio tradicional y haciendo desaparecer otras que pretendieron no abandonar sus principios. Ejemplo: Radio Clásica.
Todo esto para tratar de asimilar, sin que nos produzca náuseas demasiado intensas, el intercambio de tweets que comentamos entre el famoso y un directivo de la radio.
El famoso totalmente ofendido, ofuscado y sintiéndose menoscabado por la cifra, aparentemente ofensiva, que el medio le había ofrecido para continuar desempeñándose (puede ser trabajar, también) en la radio; hecho por el que se sintió agraviado y provocó su indignación que hizo pública, de manera tal que el directivo de la radio lo recibió como una injuria.
A partir de allí el empresario se sintió como liberado de los códigos que tienen estos personajes, que hacen que oculten las cifras que se manejan, por que saben que son absolutamente repugnantes y censurables, y se despachó divulgando que el famoso veía como humillante la cifra que le habían ofrecido: ciento diez mil (110.000) pesos mensuales.
Yo creo que es cierto; no solo es humillante para el famoso sino para los argentinos pensantes y ecuánimes que aun quedan, y ni hablar de los millones de jubilados que, después de 35 años de yugarla, tienen que hacer 40 viajes (lo que, a uno por mes, le representan tres años, y unos meses más) para juntarse con el monto que gana este cretino en un mes. Pero lo más triste es el elemento propulsor que genera este tipo de paradojas y que cada día desperdicia más energía para cosechar trivialidad, y lo más terrible es que la radio es una señal más dentro del acostumbramiento.
Hoy, la radio se suma a la tele y enriquece lo que dijo Clive Barker.
«La televisión es el primer sistema verdaderamente democrático, el primero accesible para todo el mundo y completamente gobernado por lo que quiere la gente. Lo terrible es precisamente lo que quiere la gente.»