El maratón, el agua y la gente
Los maratones acuáticos fueron una de las tantas competencias de largo aliento que se realizan inspiradas en el clásico Maratón pedestre de los juegos olímpicos. Es lógico que en nuestra zona, casi una isla, en donde los habitantes y concurrentes de las orillas son muchos y la mayoría de la gente siente algún tipo de relación con el agua, hayan tomado un auge importante y se hayan convertido en un acontecimiento de gran atractivo popular en el ámbito local y de interés a nivel internacional, si no fuera así los señores de la FINA no se hubiesen molestado hasta aquí, ni hubiesen realizado sus reuniones en nuestra Santa Fe de la Vera Cruz.
Además, y esto en nuestros días es parte de la cotidianeidad y funciona en todos los espectáculos que atraen a la gente, es un acontecimiento que genera rentabilidad. El amor al deporte y el amor al arte son valores poco atractivos que tienen por único objeto el enriquecimiento físico y espiritual de las personas que, como tales, tampoco se cotizan demasiado.
Cuando llega el Maratón Santa Fe – Coronda, se arma toda una fiesta por la gente y para la gente que ha posibilitado, con su adhesión, que esta competencia sea uno de los acontecimientos populares de cada año. Y todos los años, de una u otra forma, somos partícipes, voluntario o involuntarios, de todo el movimiento acuático que genera la competencia y la gente. Y todos los años hemos observado algunas cosas que desearíamos cambien para que la fiesta sea una fiesta integral y un aporte positivo para la comunidad toda. Una importante crítica y exigencia, para organizadores y autoridades responsables, pasa por la absoluta falta de consideración, no ya hacia la gente que mira la competencia sino a todos los seres vivientes, generando polución o degradación del entorno, por el arrojo de elementos perjudiciales a las aguas.
Cualquier persona que lea un reglamento o las instrucciones de una competencia a vela (incluidas las de nuestra zona) podrá ver que las autoridades de la prueba podrán descalificar a quienes arrojen residuos al agua y, en caso de amarre, suspender si se ha dejado basura en tierra. Pensamos que competencias de otras disciplinas, en los tiempos que corren, también contemplan la preservación de las tierras y las aguas. Es elemental y obvio que así sea. En los maratones acuáticos hemos presenciado como, durante todo el recorrido, se decora el río con vasos plásticos, botellas, Tetra Brik y otros variados envases, productos de la moderna tecnología, arrojados por ignorantes de su futuro vital. Si pensamos que un nadador se alimenta cada 20 minutos y arroja al agua un vaso plástico, y algún otro elemento, cada hora arrojará 3 vasos. Si los nadadores son más de 20 y están en el agua más de 10 horas, al final de la jornada serán más de 700, los vasos plásticos arrojados al agua.
Si a los 700 vasos le sumamos los otros elementos y si, a todo esto, le adjuntamos que la cantidad de nadadores es mínima con relación a la cantidad de gente que acompaña, podemos construir nuestra propia imagen de los resultados. Si cada uno de esos polutos vasos arrojados al río es televisado puntual y meticulosamente, se reproduce en las retinas de una enorme cantidad de gente, entre la que se encuentran niños, que pasa a ver como un hecho natural, una acción deplorable. ¿Qué pasaría si las imágenes mostraran equipos de deportistas preocupados por el medio ambiente y nadadores que depositan los deshechos en sus embarcaciones, para mantener limpio el elemento que los sustenta? Seguramente se sumaría a una fiesta popular una alegoría a la vida, al prójimo y al futuro de todos los seres vivientes, además de observar normas que todas las instituciones modernas, en resguardo del futuro de la humanidad, consideran de cumplimiento obligatorio.