45-TYSON INOCENTE

Me gusta el box. Así de simple; me gusta, me hace vibrar, moviliza, no se que parte de mí -seguramente la más animal-, pero lo cierto es que pasé bastante tiempo viendo peleas y mucho más, ahora, por TV.
A nivel racional, rechazo el box. No lo concibo como un deporte humanizado, a partir de que la superación, factor de triunfo en cualquier disciplina deportiva, se centra en la destrucción.
Y ya se que unos cuantos intelectuales del box me hablarán del arte de la defensa… y surgirá Nicolino como referente…,y del deporte de hombres… (a esta altura del partido, no). Pero eso es como poner a 4 ó 5 que escuchan Bach contra los millones que se copan con la cumbia y la «música» tropical. Nosotros, que somos la mayoría, vamos a ver la truculencia de la muerte fugaz del nocaut, y si hay sangre mejor. Los estilistas que parecen bailarinas y tienen puños de algodón nunca van a ser adorados por las masas.
Los boxeadores lo saben, los promotores lo resaben y por eso se alinean con los de mayor poder destructivo. Allí está el espíritu del morbo del sadismo, que nadie asume pero que goza pudiendo participar legalmente de él.
Yo, si analizo el espectáculo con una visión humana, felicito a Tyson por su ingenua sinceridad que solo costó un pedacito de oreja. Él, pobrecito producto de barrios marginales, con mínima dosis cultural, no entendió que el boxeo tiene sus reglas, que si quería, y podía, era legal que matara a Evander Holyfield, pero con golpes dados, por ejemplo, en la cabeza o en cualquier otra parte del cuerpo susceptible de ser dañada. Algunos boxeadores han dicho que, en el ring, el adversario era su enemigo, otros, que sus managers les decían que sus contendientes querían sacarle el pan de sus hijos y que tenían que matarlos, y algunos lo han hecho; como lo demuestra la larga lista de boxeadores difuntos en combate.
Nadie se acuerda de los nombres de quienes mataron a tantos boxeadores. Seguramente porque lo hicieron legalmente y cumpliendo las reglas de algunas de las asociaciones que comercializa el boxeo para nosotros, los consumidores.
Todos se acuerdan y repudian al inocente y tonto Tyson y al pedacito de oreja que no quiso comerse, tal vez porque no es caníbal, cuando lo único que hizo fue poner toda su primitiva voluntad al servicio de una ingenua e ineficaz destrucción de utilería intentando abastecer plenamente las exigencias de su trabajo, sus patrones y sus fans, es decir: el mundo.
Se equivocó. Y no lo perdonamos por estúpido e ignorante. Esperemos que la próxima vez destruya bien y definitivamente… cumpliendo las reglas.