39-LAS MUERTES INUTILES
Caminando por las orillas de nuestros ríos, es común ver, en los lugares de fácil acceso o propicios para pescar, mojarras, moncholitos y algunos otros especímenes muertos, generalmente resultado de la acción de chicos que se entretienen con sus cañitas, mientras sus padres intentan cosechas mayores, o familias que van a pasar un día de fin de semana cerca del agua y, como parte de su distracción programada, arrojan sus anzuelos para tratar de sacar del agua a alguno de sus habitantes.
No vamos a cuestionar la pesca como entretenimiento o deporte, porque es una de las tantas desviaciones modernas de las primarias y fundamentales actividades que desarrollaba el hombre, para subsistir, en sus orígenes.
Seguramente quienes dejan secar al sol los cadáveres de los pequeños pescaditos no necesitan de ellos para sobrevivir. Lo hacen por divertimento o, tal vez, para reafirmar su superioridad sobre los otros seres inferiores que comparten el planeta.
Pensamos que estas muertes inútiles implican, en su concreción, cercenar el derecho de quienes utilizan esta posibilidad como alimento o medio de vida, y, en su proyección, un absoluto desprecio por los conceptos básicos de respeto de la cadena biológica y la internalización, en los niños, de un sentimiento de impiedad hacia los seres vivos.
También existen quienes pescan por esparcimiento y luego devuelven lo pescado al agua para que siga siendo pecesito y, luego, pez sin cambiar el resultado esencial de la experiencia y guardando como recuerdo la imagen de la vida recorriendo alegremente el agua, en lugar de la muerte calcinándose al sol.
¿Y el aire?
La globalización y la invasión oriental han traído, también, diversos tipos de armas para chicos que van, desde hondas de alta performance hasta rifles o carabinas, que tanto sirven para producir tragedias humanas como para matar pajaritos.
¡ Y allá va el padre, alegremente por el campo, enseñándole a su hijo la manera más efectiva de producir la muerte y la caída a tierra de quienes tienen posibilidad de volar!
Y aquí no hay retorno.
El efecto de esa arma (que, paradójicamente, puede ser un regalo del niño Dios) entraña, imprescindiblemente, la condición de matar para producir regocijo y satisfacción en el espíritu de ese padre enfermo, que se siente realizado al imaginar que su hijo es un ser superior, capaz de vencer y dar muerte a las malignas aves que han sido abatidas y se encuentran sangrantes a sus pies.
¿Es esa la generación futura que puede conservar la armonía en el planeta?
Creemos que lo blanco es luz y lo negro, oscuridad; que más suma y menos, resta; que la vida es futuro, amor, alegría y la muerte extinción, crueldad, tristeza.
Si hay que elegir, no se puede dudar.
Si llega el momento en que se debe determinar el rumbo anhelado para nuestros hijos, y se plantea la disyuntiva entra la muerte y la vida, no se puede elegir.