32-EDUARDO GUERRERO, MEDALLA DE ORO
En nuestras habituales recorridas por el puerto de Olivos y en nuestros, también habituales, asaditos en la parrilla de Justo García (constructor de los nuevos snipe), nos presentaron a un señor alto, canoso y grandote que, cuando se enteró que éramos de Santa Fe nos comentó que tenía muy buenos recuerdos de nuestra ciudad y de nuestro río, y así también de personas como Visentín, Muller y otros tantos remeros y deportistas destacados de nuestra ciudad en la década del 50.
Siguiendo la charla nos enteramos que, en 1946, empezó a remar, como paseando, en el Rowing Club Argentino, que de allí se fue al Club de Regatas la Marina donde tripuló un 4 novicios, durante dos años y, luego, un 8 cadetes en el que pudo ganar su primer regata.
Pero él quería remar un single y tenía problemas para hacerlo; así que, en el 48, se fue nuevamente al Rowing en donde estaba de entrenador don Higinio Marinsalta, famoso en toda nuestra zona y en la historia del remo y, allí, pudo remar en un par.
A fines del 49 volvió a La Marina y, durante el 49 y 50, corría tres botes; el single, un par junior con Alfieri y el 8 junior (por algo le decían “Burro”).
En 1951 –luego de pasar por el Hispano, en donde, gracias al señor Morales, pudo elegir bote- forma un bote mixto: Doble par, Canottier-La Marina, junto a Capozzo.
A partir de allí empiezan a romper todo. Ganan por 100 metros el Campeonato Sudamericano disputado en Valdivia (Chile) y, en el 52 viajan a Finlandia para competir en los Juegos Olímpicos que se realizaban en Helsinki, adjudicándose la Medalla de Oro. La única medalla de oro en toda la historia del remo argentino.
La voluntad de realizar esta nota y la decisión de publicarla, está fundamentada en varias razones. Las de forma: que tiene que ver con el agua y la navegación. Las de fondo: son varias, a saber;
Todo el énfasis de las charlas de Eduardo Guerrero está puesto en defender el deporte, sobre todo para los chicos. Protesta contra las malas políticas deportivas, defiende y promueve los clubes barriales y pelea y trabaja por ellos.
No lo escuchamos hablar nunca de sus méritos. Su, y nuestro, amigo Justo García nos enteró de sus logros deportivos.
Después de un rato de charla que, notamos, vive con particular pasión, Eduardo Guerrero monta su ciclomotor y sale a llevar a sus clientes la comida que prepara, con su señora, y vende para seguir peleando por el remo y remando con la ilusión de poder participar en alguno de los “campeonatos internacionales master” que se realizan en el mundo.
Eduardo Guerrero tiene 70 años y dicen –los parroquianos de la parrilla de Justo- que cuando sale a remar deja atrás a unos cuantos remeros jóvenes.
Nuestro pensamiento es: Viendo tantos personajes tele-deportivos actuales y retirados, protagonistas y modelos de nuestra sociedad, que gozan de una posición económica comparable a la de príncipes o reyes; que participan, muy bien pagos, en campañas para movilizar a nuestra juventud y que con sus continuos actos incongruentes ponen a prueba la capacidad de asimilación de las personas coherentes, no podemos dejar de comparar ni entender como no existen entidades capaces de valorar, utilizar y capitalizar toda la riqueza y potencia de Eduardo Guerrero, para que toda la técnica, energía, espíritu y perseverancia que lo llevó a ser Campeón Olímpico pueda transferirse a la juventud y a las generaciones venideras.
Si hacemos cuentas, veremos que fue hace 46 años que se obtuvo la única medalla de oro olímpica en remo. El hombre que la logró pone, todos los días, su vida sobre un ciclomotor para ganarse su existencia en medio del tránsito de Buenos Aires.
Si hay alguien con poder para rescatar a Eduardo Guerrero de su inadecuado trajín diario, tal vez podamos festejar otra medalla de oro antes de que pase otro medio siglo.
Creemos que en la historia de la Argentina existen 13 medallas de oro olímpicas ganadas con esfuerzo y entrega por otros tantos hombres que, seguramente, no gozan de una jubilación de privilegio o pensión graciable.
Quiénes aún tiene vida y no han lucrado con su ofrenda ¿No la merecerían?