28-CABEZAS ECUANIMES

Los recuerdos son como la historia, no hay que olvidarlos.
Un recuerdo de los años tristes que vivió nuestro país, con la dictadura militar y la guerrilla en lucha, se me viene siempre a la memoria, en una maldita discapacidad de recordar solamente cosas pequeñas y tontas, y me plantea algunas preguntas que, tal vez, el compartirlas me ayude a construir respuestas que me sirvan.
Después de realizar una corta visita a mi queridísima amiga Georgina, abordé mi auto, que había dejado estacionado sobre la acera, a pocos metros de la portada de un sanatorio. Después de recorrer unas cuadras y tomar una Avenida, haciendo un giro a la derecha, comencé a escuchar un sonido extraño, difícil de describir. Era como una canilla mal cerrada o como una estufa a gas mal encendida, cuando produce una especie de ruido de escape sordo y continuo. De cualquier forma, esta asociación se me ocurre ahora; en ese momento mi cabeza no pudo gestar similitud posible, por lo que lo desconocido pasó a ser misterioso y atemorizante.

A mi vera, una cervecería. El sonido, seguramente, provenía de allí. Pasaron dos o tres cuadras, y el ruido continuaba. A pesar de lo ilógico, lo derivé a un frigorífico que estaba unos cien metros adelante. Al llegar allí, el sonido misterioso permanecía constante en característica y volumen, por lo que, de repente, cayeron todas las plataformas mentales construidas y me encontré en el aire, cayendo en un pozo de incertidumbre y terror, al imaginarme que provenía del mecanismo de un artefacto explosivo que me había sido colocado en el auto, en el tiempo que estuvo estacionado; por error al pensar que era el auto de algún médico que tenía algo que ver con los intereses en juego de ese degradable momento. Degradables momentos en que el trabuque de deseos era tan grande, estoy hablando de gente común, que la fuerza de las ideas, a veces, no alcanzaban para definir con certeza la solución preferida, pero, la mayoría, optaba por lo más conocido. Tal vez por eso de «Mas vale malo conocido que bueno por conocer».
El caso es que me encontré parado en el cantero central de la avenida, sin saber que hacer, esperando que explotara y pensando si convenía dejar el auto abandonado y recurrir a la policía, pero eso también metía miedo.

Nadie puede imaginar, ahora, ir caminando, ver un paquete y cruzarse de vereda; o estar esperando que le avisen de un pariente muerto o tener una amiga que una vez por semana se veía obligada a prestar el auto del padre, y no sabía para que, sin poder zafar.
La sicosis provenía por la acción de los dos bandos, y las preferencias por uno u otro se diluían ante la necesidad de contar con una mínima tranquilidad ciudadana y el hartazgo de la zozobra diaria.
Luego se habló mucho de los 30.000 desaparecidos y de todos los horrores de la «guerra sucia», posteriormente de María Soledad, Carrasco y, luego Cabezas y, ahora, nuevamente de María Soledad.
No recuerdo haber visto, en toda mi vida, tantos programas y columnas gráficas como las dedicadas a la muerte de José Luis Cabezas.
Seguramente, cada uno de las decenas de miles de asesinatos producidos en este país, con los producidos en Malvinas incluìdos, tienen padres quebrados, amantes doloridos y, en cada uno de sus escenarios, valores emblemáticos.

Y tambièn nos parece, aunque nos duela y cueste reconocerlo, que, antes de que llegue la democracia y nos sumàramos a la repulsa contra los militares, la gran mayorìa respiramos un poco más alegres y libremente cuando se terminó el estado de incertidumbre permanente en que se vivía.
Ahora aparece el andamiaje del sugerido asesinato del hijo del presidente, y las pantallas ya están siendo parcializadas, tratando de comprobar cual de las noticias populacheras tiene más gancho. Mientras tanto, uno de los tantos conductores televisivos que genera dinero con la peor parte de la gente, dice, cuando le insinúan la posibilidad de declarar ante la justicia: ¿ Yo ? Y yo que tengo que ver con el caso Cabezas !!!
El caso es que lo único permanente, en lo que hace a una real toma de posición, son las madres de Plaza de Mayo, que persisten en sus vueltas encontradas infinitamente con ellas mismas y que, tal vez por eso y por el insondable dolor maternal, son independientes de todas las apetencias exitistas que manejan los actos dramáticos de nuestra historia en bloques, con suspenso y tandas comerciales intermedias.
Todo lo otro ha ido pasando, y seguirá pasando y olvidándose, hasta que aparezca algún matiz que le de la espectacularidad suficiente como para resquebrajar, nuevamente, nuestra sensible epidermis.

Mientras tanto nuestra memoria del alma, que transitó y vivió todas las cosas importantes de nuestro país, se revuelca en nuestro interior encerrada en una pelota que da saltos y rebota en cada salto que damos para no perdernos las exitosas cíclicas estupideces que van conformando la existencia diaria y nuestra exitosa personalidad de argentino típico.-
P. D. Hoy, lamentablemente, las vueltas de las madres les hacen encontrarse con madres que no quisieran encontrar.