15-FIGURAS EQUIVOCADAS

Uno de los últimos días del año, en uno de de los tantos programas radiales que salen al aire por las emisoras de las ciudades del interior del país; sus integrantes, comenzaron a hacer una especie de balance anual de cada una de sus vidas: sus emociones, experiencias vividas, acontecimientos y logros personales, incluyendo la de algún familiar, satisfacciones laborales y proyectos futuros… en fin, cada uno relataba lo suyo a la vez que enriquecía, con algún comentario positivo, el relato del otro. Esto, durante un largo tiempo.
Como es de rigor, en la mayoría de estos programas, se pide que la gente mande mensajes, por el medio que sea, o hable por teléfono, como una forma de mostrar el impacto en la audiencia y que el hablante exteriorice las bondades del programa, del que no se pierde un solo día.
Generalmente las llamadas responden a una comida, entradas para algún espectáculo, un “boucher” o alguna otra menudencia y, a veces, a fines solidarios. Pero en el programa de fin de año, a que hacíamos referencia, habló un señor y dijo que estaba escuchando la radio hacía rato y que no entendía el programa. Así nomás.
La conductora, un poquito compungida por la falta de comprensión, comenzó a tratar de hacerle comprender, al obtuso oyente, cual era el objetivo de la mini biografía anual; que no era otra que la audiencia supiera algo de la vida de los tres conductores del programa.
Siempre es bueno saber, y es parte de la obligación de los medios aportar a los saberes de la comunidad, pero imagínese que a la gente, con la que usted tiene un trato diario; el panadero, el quiosquero, la cajera del súper, y tantos otros parecidos, se les ocurriera relatarle como fue su año, sus alegrías y tristezas, sus logros, proyectos, como imaginan el año nuevo y tantas otras cosas que se les ocurran…, usted quiere que la cajera le cobre, que el quiosquero le de el diario y el panadero el pan. Y ni pensar si al colectivero se le de por contarle su año a cada pasajero que sube. Lo mismo pasaría con un médico o un abogado, si es que nos planteamos niveles profesionales.
¿Y cual es la diferencia sustancial entre quienes trabajan en un negocio, una oficina, un consultorio o una radio? Ninguna. Cada uno sabe, o cree saber, la actividad que está desempeñando. Cada uno se debe a sus clientes, pacientes o a su audiencia. Cada uno cobra dinero por lo que está haciendo; algunos más, otros menos, pero todos cobran.
¿Entonces?
Entonces pasa que los medios de comunicación masivos, comerciales o estatales, comenzaron a cubrir el planeta con palabras y sus empleados o comunicadores, al no tener su cliente a la vista, a pensar que su clientela es el mundo. A su vez la mayoría de los habitantes del planeta a confundir el micrófono con un bastón de mando y a ver, en quienes las comunicaban, autoridad, idoneidad, veracidad, y a sentir que estos habladores profesionales estaban situados en un nivel superior a ellos; por lo tanto sus palabras eran referenciales y verdaderas y podían ser tomadas como guía confiable para sus actos y sus pensamientos.
De hecho que esta sensación internalizada en el oyente es percibida por el emisor y las emisoras que difunden sus palabras, haciendo empresas que las manipulan y lucran con su difusión y personas que, por ser las pagadas para hacerlo, muchas de ellas pasan a ser famosas y otras se creen célebres.
Es solo eso; es probable que al oyente, que habló y dijo que no entendía, le hubiese interesado saber como había sido el año de Nelson Mandela, García Marquez, Perez Esquivel o alguna otra persona célebre, que puede ser un ejemplo para un mundo mejor, pero no comprendía el porqué le estaban enchufando la historia anual de tres empleados de una radio, que pueden ser muy talentosos individualmente pero cuya función concreta era conducir un programa de radio y. en la medida de lo posible, difundir temas que aporten al interés general y cumplan una función social: fin último de los medios de comunicación masivos.
Ya antes de la radio, se llamó a la prensa “el cuarto poder”; no hay que esforzarse demasiado para suponer como se siente una persona común que tiene un auditorio de miles de personas e imagina que todos están pendientes de ella. Para colmo hay quienes le piden un saludito; no hay dudas, es famosa y todo su auditorio merece conocerla. Sea comprensivo, oyente raro.
El próximo paso ascendente hacia el estrellato y la riqueza material es agregar imagen, pero eso es TV y tiene otro precio.

¿Por qué creerle las bondades de un producto a alguien que tiene interés en venderlo? Jorge Luis Borges